Muchos se han fabricado de sobrantes de materiales con mucho ingenio autóctono, explica el antropólogo Carlos René García. Otros, de origen prehispánico, tienen una connotación religiosa y ritual, los cuales, con el paso del tiempo, se han convertido en objetos que divierten y agradan a los niños, afirma el historiador y antropólogo Celso Lara.
Algunos han caído en desuso, por la infraestructura de asfalto, puesto que son aptos para jugarse en tierra, por ejemplo los cincos, para los cuales este tipo de superficie sirve de “colchón”, dice García. “La industria ha llegado al área rural con tal extensión que se han ido extinguiendo estos juguetes”, lamenta.
“Los juguetes han sido punto de partida para la socialización del niño, para que haga amistades y se sienta parte de su comunidad, al contrario de lo que sucede en la actualidad, cuando los juegos son más individualizados y se ha perdido la fraternidad”, dice Lara. “Si se utilizaran más, la sociedad sería menos violenta, ya que enseñan a aceptar las reglas de ganar y perder”.
Estos objetos populares de entretención ayudan a desarrollar la creatividad y motricidad infantil, puesto que antaño eran elaborados por los pequeños, quienes se identificaban con ellos, manifiesta Lara. “También transmiten a los niños el amor por su cultura, y lo que se ama de pequeño no se olvida jamás”, agrega.
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