El ser humano es una de las especies más adaptables y camaleónicas del planeta, lo que explica cómo con un cuerpo frágil y poco poderoso hayamos desbancado a especies mucho mejor dotadas para la lucha por la supervivencia. ¿Qué es lo que nos ha permitido tomar peligrosamente el control del planeta y poner el resto de especies a nuestro servicio?
Las personas conservadoras o rígidas otorgan al adjetivo “camaleónico” connotaciones negativas, ya que entienden que un sujeto que se adapta rápidamente al medio tiene que ser por fuerza engañoso, inmoral, arribista…
Para un ser humano, lo camaleónico tiene mucho que ver con la flexibilidad y la empatía. Aquel capaz de trasladarse, de forma sincera y efectiva, al universo mental del otro tiene asegurado el triunfo en cualquier ámbito, sea laboral, creativo o, incluso, sentimental.
El psicólogo Walter Riso lo explica así en su manual El arte de ser flexible: “Es una virtud que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que redunden en una mejor calidad de vida y en la capacidad de afrontar situaciones difíciles. Una mentalidad rígida no solo es más propensa a sufrir todo tipo de trastornos psicológicos y emocionales, sino que además afectará negativamente al entorno en el que se mueve”.
Algunos ejemplos cotidianos de adaptación positiva serían: el comercial siempre atento al feed back de sus clientes, con lo que adapta constantemente la presentación de los productos y su estrategia de venta según el “prueba y error” de experiencias pasadas; o la pareja que, tras un tiempo de convivencia, ha detectado qué puntos crean fricción en el otro y cuáles generan unión y complicidad, con lo que minimizan los primeros y promueven los segundos.
Contrate un camaleón
“Debemos mantener un cierto compromiso con las decisiones, pero hay que ser flexible con el enfoque” (Tony Robbins)
Hay dos maneras de interactuar positivamente con el cambio. Una de ellas es, en esencia, estar atento a lo que sucede y sumarnos a la corriente. La otra, más difícil, pero también mucho más gratificante, es convertirnos en agentes del cambio.
Un ejemplo muy claro de esta actitud fue Steve Jobs, quien apostó por la calidad de su marca, Apple, en lugar de ir a rebufo de lo que hacían los demás: fabricar cada vez más barato y con peor calidad.
Al final, el tiempo le ha acabado dando la razón: los fabricantes de ordenadores económicos van de capa caída, mientras que la cultura Mac goza de una clientela fiel y creciente.
Jobs consiguió que muchos millones de almas abrazaran su concepto, porque sabía que era único, en lugar de adaptarse a corrientes poco perdurables. En una entrevista concedida a Inc Magazine, el fallecido fundador de la marca explicaba así su estrategia del camaleón a la inversa: “No puedes preguntarle a los consumidores qué quieren y luego pretender dárselo. En el tiempo que has estado fabricándolo, ellos querrán una cosa nueva”.
Este lema es válido para todos los frentes de nuestra vida. Hay que saber adaptarse, pero preservando aquello que nos hace únicos y aporta valor a los demás.
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